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ARCHIVO - De izquierda a derecha, el líder cubano Fidel Castro, el héroe de la Revolución cubana Ernesto "Che" Guevara y el presidente cubano Osvaldo Dorticos conversan durante una recepción en un lugar no precisado de la isla. El actual presidente cubano Raúl Castro anunció la muerte de su hermano Fidel el viernes 25 de noviembre de 2016 (AP Foto/Prensa Latina via AP Images, archivo)
Anonymous / AP
ARCHIVO – De izquierda a derecha, el líder cubano Fidel Castro, el héroe de la Revolución cubana Ernesto “Che” Guevara y el presidente cubano Osvaldo Dorticos conversan durante una recepción en un lugar no precisado de la isla. El actual presidente cubano Raúl Castro anunció la muerte de su hermano Fidel el viernes 25 de noviembre de 2016 (AP Foto/Prensa Latina via AP Images, archivo)
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LA HABANA (AP) – La revolución de Fidel Castro estaba muriendo lentamente… o eso parecía.

El comunismo se había derrumbado en Europa y la ayuda soviética para la isla fue cortada. La comida escaseaba. Los cortes de energía eléctrica silenciaban los televisores que normalmente sintonizaban una telenovela por las noches. Las fábricas se deterioraban en el calor tropical.

El título de un libro estadounidense parecía ser preciso: “La hora final de Castro”. Era 1992.

Sin embargo, la “hora final” de Castro se convirtió en semanas, meses y finalmente años. Incluso cuando China y Vietnam abrazaron el libre mercado, Castro se aferró a sus creencias socialistas y el supuesto dinosaurio del comunismo siguió gobernando por otra década y media. En el camino se convirtió en el padrino del resurgimiento de la izquierda en América Latina, guiando a una nueva generación de líderes: Hugo Chávez en Venezuela, Evo Morales en Bolivia, Rafael Correa en Ecuador.

Ningún otro líder del Tercer Mundo generó tanta hostilidad de Estados Unidos, y por tanto tiempo. Castro llevó al planeta al borde de la guerra nuclear en 1962, envió decenas de miles de tropas para ayudar a gobiernos izquierdistas en África y alentó movimientos guerrilleros que lucharon en Latinoamérica contra gobiernos respaldados por el gobierno estadounidense.

Soportó el embargo de Estados Unidos y sobrevivió a 10 presidentes estadounidenses que promovían un cambio de régimen en Cuba. Finalmente renunció 11 meses antes de que Barack Obama llegara a la Casa Blanca, pero no por presiones de ese país, sino por una grave enfermedad.

Por más que haya conservado su actitud desafiante, su poder comenzó a diluirse a mediados de 2006, cuando fue afectado por problemas gastrointestinales que casi le cuestan la vida. En aquel momento, cedió primero provisionalmente y luego de manera definitiva la jefatura de Estado a su hermano Raúl. Se jubiló definitivamente 19 meses después, cuando Raúl pasó a ser oficialmente el presidente de Cuba. En el 2011 dejó su último cargo público, el de jefe del Partido Comunista, el que también quedó en manos de Raúl.

Y el viernes finalmente murió.

Hasta el final, Castro fue una figura divisiva. Para muchos fue un defensor de los pobres que junto con Ernesto “Che” Guevara convirtió una violenta revolución en un ideal romántico, un símbolo de liberación que derrocó a un dictador y trajo educación y salud a las masas. Para los exiliados que deseaban la muerte de Fidel, él personificaba un régimen represivo que encerró a opositores políticos, suprimió las libertades civiles y destruyó la economía de la isla.

Cientos de miles de cubanos comenzaron a huir al norte casi inmediatamente después de que la revolución de Castro comenzó a virar la Cuba capitalista hacia un estado socialista, lo cual desanimó a reformistas que pensaban que sólo buscaba sacar del poder a Fulgencio Batista y restaurar la democracia.

El éxodo transformó no sólo a Cuba, sino también partes de Estados Unidos, sobre todo el sur de Florida, que se convirtió en el centro del sentimiento anticastrista. Conforme ganaron fuerza política, los exiliados cubanos se opusieron a suavizar el embargo contra la isla. Para aquellos a cuyas familias les confiscaron sus bienes, Castro no era más que un tirano.

Aunque fuera amado u odiado, no hubo duda que Castro jugó un papel fundamental en la escena mundial durante gran parte del siglo XX, siempre desde la isla, más pequeña que Pennsylvania, y que una vez fue visto como un lugar para ir a jugar y tomar el sol.

Los “barbudos”, como los rebeldes eran conocidos, marcharon triunfantes hacia La Habana días después de que Batista huyó el 1 de enero de 1959. Los Estados Unidos fueron de los primeros países en reconocer al nuevo gobierno. Sin embargo, la imagen de los insurgentes pronto se ensombreció cuando tribunales improvisados mandaron a funcionarios del antiguo régimen al pelotón de fusilamiento.

Castro se indignó por las críticas de Estados Unidos, que consideró injustas. Ese tono lo uso una y otra vez durante las siguientes décadas, convencido hasta el final de la justicia de su revolución.

El hombre que se convertiría en un símbolo global del comunismo fue el hijo de un capitalista.

Ángel Castro llegó desde la provincia española de Galicia para lugar contra la independencia cubana y se estableció en la nueva nación en 1902 como un trabajador sin tierra. Reclutó trabajadores para las compañías azucareras estadounidenses y luego compró una próspera plantación.

Décadas después, la plantación sería una de las primeras propiedades confiscadas por el gobierno de su hijo bajo un programa de reforma agraria.

Fidel Castro nació el 13 de agosto de 1926, hijo de Lina, la doncella, amante y a la postre segunda esposa de Ángel, el padre. Ambos tenían raíces en Galicia, España. Castro se crio en una vivienda de dos pisos, construida en madera. Asistió a una escuela que constaba de una sola aula, en una plantación, y aprendió a cazar. Alguna vez, atendió el bar en un establecimiento de la familia, junto a la carretera.

Más tarde, Castro relató que la vida entre los hijos descalzos de los campesinos pobres ayudó a formarle la conciencia social. De acuerdo con algunos relatos, discutía con su padre, al plantearle la inconformidad sobre el trato que recibían los trabajadores del campo.

Castro asistió a escuelas católicas en la ciudad oriental de Santiago y luego en La Habana, donde se le nombró el mejor deportista de su institución, por su habilidad para el basquetbol. Le encantaba también el béisbol, aunque es falsa la leyenda de que llegaron a echarle el ojo los cazatalentos de las Grandes Ligas.

Cuando estudiaba derecho en la Universidad de La Habana, Castro se sumergió en el ambiente de caos político que reinaba. Se unió a “grupos de acción”, formados por estudiantes, que solían involucrarse en actos violentos. Fue arrestado pero nunca acusado formalmente por el asesinato del líder de otro grupo en 1948.